La salud y el amor

Interesante ciclo el organizado por las Direcciones Generales de Cultura y Salud Mental de nuestra corporación Médica sevillana en el año 2019.  Y si en el año anterior se ocupó de recordar a maestros en salud mental, en este nos lleva a profundizar en importantes sectores de la vida personal.

¿Tienen que ver la salud y el amor?  ¿Repercuten las subidas o bajadas en la calidad de uno de ellos sobre cómo vivimos el otro? Interesante materia con sus elucubraciones teóricas y sus orientaciones pragmáticas.

Nos disponemos hoy a revisar algunas perspectivas de este  binomio, capaces de proveernos de una mejor salud o de un amor más tierno y fervoroso.  Y tal, que acompañado de esa dimensión que  tanto se valora hoy en día, alcancemos la famosa calidad de vida.

De seguro contamos con clara experiencia en que una buena salud facilita el amor, así como la falta de salud puede reducir la calidad de nuestro amor.  Esto es precisamente lo que sucede en la enfermedad depresiva, en trastornos de la personalidad como el esquizoide (o frio), el narcisista o el explosivo/impulsivo.

Más claro y familiar nos resulta la influencia del amor que profesamos en la salud que mantenemos.  Son los vaivenes del amor y el desamor capaces de generar mal de amores, estados estresantes o desesperanzados que suelen abocar en reducción de las defensas inmunológicas, desequilibrios endocrinológicos, somatizaciones, desórdenes alimentarios y otros muchos problemas de salud.

Afortunadamente el buen amor es fuente de salud.  La armonía convivencial que propicia el amor es indudable fuente de salud y felicidad, de gozo duradero y bienestar persistente.

Es muy de agradecer que nos faciliten estas tareas propias del mundo del amor.  Todos hemos sido constituidos para bien amar y para sentirnos amados.  ¡Cuánto se agradecen las muestras de cariño que expresan el amor! y que papel más importante juega la ternura que damos o recibimos en todas y cada una de las etapas de nuestras vidas.

Cuando se dice que el amor siempre encuentra recursos es algo así como lograr ayuda y servir a los demás aprendiendo a vivirlo con las pupilas que dilata el amor, ese amor que ponemos y vivimos.  ¡Qué gran juego ese del amor y cuan beneficioso resulta de ordinario ya que el amor que vivimos  recrece al amor que sembramos, generando un círculo virtuoso y creciente que mantiene el feed-back positivo de la relación amorosa.

Todo lo citado adquiere refuerzo al recordar aquel magnífico libro de C.S. Lewis Los cuatro amores que son afecto, amor de amistad, amor posesivo y amor de donación.  Bien gozoso resulta el pasear, con cabeza y corazón, por ese amplio, feliz y deseado jardín de los amores.  ¡Y cuánto nos queda  por aprender y enseñar en nuestras vidas!  Sería una pena dejar de dar fruto o de recoger la merecida cosecha del amor por ignorancia,  inadvertencia o rutina.

El médico, al igual que los psicólogos u otros profesionales de la salud, tenemos aquí un inapreciable y enorme campo de ayuda y una valiosa mina capaz de acrecentar los propios recursos saludables en la escuela del amor.  No podemos olvidarlo al mirarnos en el espejo o al atender a nuestros pacientes, porque revalorizará nuestro servicio y cuidado al que estamos vocacionalmente llamados a vivir en nuestro día a día.  Y bien merece la pena.  Seguro que contamos con ricas y expresivas experiencias personales y ajenas, pues el amor es como el aire limpio, lo exige nuestro vivir.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista.

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra