Dolor y sufrimiento ¿por qué?¿para qué?

Artículo publicado en ABC Sevilla Tribuna abierta el 11 de julio de 2019

“El sufrimiento útil hace crecer a la persona que lo padece”

            Suele afirmarse que el Dolor y el Sufrimiento son constantes en nuestro vivir y que hacen de sombra capaz de realzar los tonos claros de nuestro día a día.  La milenaria experiencia del hombre evidencia que ambas vivencias son inevitables a lo largo de una vida vivida.

            La Asociación Internacional para el estudio del Dolor lo definió como una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular, real o potencial.  Distinguiremos varios tipos: Dolor nociceptivo u ordinario que sirve de alarma o defensa ante una amenaza o riesgo para la propia salud (cólico, apendicitis, tumor, golpe, caries dental, etc.). Dolor neuropático, que tiende a la cronicidad y es consecuente a una lesión de las fibras que integran una estructura nerviosa cuando es afectada, estirada o comprimida en una agresión, traumatismo, cirugía o proceso tumoral.  Suele necesitar medicación, fisioterapia y psicoterapia. El Dolor psicógeno conlleva un alto componente emocional y afectivo y se acompaña de ansiedad, depresión e insomnio.

            Algo distinto es El Sufrimiento, una vivencia negativa y molesta de tipo psicológico y moral, sin experiencia sensorial primaria y con asiento cognitivo y emocional.  El Sufrimiento útil hace crecer a la persona que lo padece, el Sufrimiento inútil, por el contrario, queda como autoelaborado y fruto de una reacción mal elaborada.  Viene a depender, en gran medida, del acierto y oportunidad de la propia respuesta.

            Resulta clásica la descripción de los factores que elevan el umbral de sensibilidad para el dolor, es decir que dificultan su instalación.  Tal sucede con la serenidad y la paz, con la escucha y la comprensión, con los analgésicos, ansiolíticos o antidepresivos porque su correcta utilización reduce o elimina el dolor.  Y lo opuesto sucede con sus contrarios pues son capaces de hacernos más vulnerables al dolor y al sufrimiento. El objetivo ante el paciente con dolor y sufrimiento ha de ser anular o disminuir  el dolor e iluminar su sentido, mejorar la funcionalidad y calidad de vida y evitar la ansiedad, el insomnio o la depresión. Dolor y Sufrimiento aunarse, ahogando el vivir en una mutua espiral doliente que merma la vida y rebosa en padecimientos.  Somos cuerpo y mente, integrados en una única realidad personal, en la que radica esta doble experiencia y en la que se juega y debate el conflicto que nos alcanza.  Así   se gesta nuestra personal Dolencia, que así llamamos a esa enfermedad ya instalada en la persona que somos y con su peculiar estructura y dinamismo.

            En estas situaciones, la primera actitud a recomendar es la apertura.  Bien lo expresa Shakespeare al afirmar: “Se debe dejar que hable el dolor, porque la pena que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe”. Compartir supone alivio y camino hacia el remedio.

            Una segunda estrategia recomendable es la aceptación de la realidad que nos toca vivir, descartando rebeldías y adoptando actitudes y conductas positivas que conduzcan, a la resolución del problema. Orientación, escucha, recursos médicos, apoyo espiritual o trascendente, son todos ellos recursos de alta eficacia en la atención de quien vive en el dolor o el sufrimiento.

            Importante factor moderador o resolutivo del Sufrimiento es la dotación de sentido, la búsqueda y encuentro de posibles razones, en el orden humano o trascendente, capaces de aportar un porqué con luz explicativa a esa concreta situación crítica que nos esté tocando vivir.  Es la “voluntad de sentido” que empapa toda la antropología y la psicoterapia de Víctor Frankl, el destacado psicoanalista judío y vienés que hubo de afrontar el  cautiverio nazi en Auschwitz, lugar en el que perdió a su esposa.  Cuánto se aprende en su obra “El hombre en busca de sentido”.  Buena parte de su mensaje queda glosado en la certera afirmación “la puerta de la felicidad se abre hacia fuera”.

            Seguramente,  hemos acudido alguna vez a una Unidad para el tratamiento del dolor, con grato recuerdo por el alivio experimentado.  Pues en semejanza podemos pensar en la creación de Unidades de atención al sufrimiento humano.  Quizá nos sorprenda la idea, pero a la vez comprenderemos su necesidad ya que son más las personas afectadas por el sufrimiento que por el dolor. ¡Cuánto recrece y madura el sufrimiento útil! Y cuánta infelicidad depara el que no lo es, el que carece o escasea en su sentido y en su aceptación.

            Otro horizonte, aún más amplio y brillante es el que aporta una visión trascendente de la vida, una dimensión vertical que depara paz, luz, felicidad y pleno sentido del propio vivir.  Así lo he reafirmado hace pocos días con la lectura de lo descrito por el Dr. Joaquín Navarro-Valls respecto a S. Juan Pablo II, cuando en circunstancias muy dolorosas, el Neurólogo le preguntó “Santo Padre ¿cómo vive usted esta situación”.  La pregunta aspiraba a conocer la impresión física  la respuesta fue: “y yo me pregunto ¿qué es lo que Dios quiere decirme con esto…?” alcanzando así la raíz del significado humano, donde la enfermedad puede encontrar una respuesta sobre su sentido fundamental y definitivo.

Dr. Manuel Álvarez Romero

Presidente de La Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática