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La medicina como servicio a la persona

¨Si cualquier trabajo es una tarea humana que de ordinario suele resultar gustosa y satisfactoria, ante el trabajo del médico se acentúan esos beneficios porque su finalidad se hace, si cabe, aún más noble.¨ Manuel Álvarez Romero

Si cualquier trabajo es una tarea humana que de ordinario suele resultar gustosa y satisfactoria ante el trabajo del médico se acentúan esos beneficios porque su finalidad se hace, si cabe, aún más noble: curar el dolor, evitar la muerte, aliviar el sufrimiento, consolar, inspirar confianza, etc. 

Al preguntarnos qué aporta el trabajo a quien lo hace podríamos remontarnos al inicio de la Biblia y leer que Dios creó al hombre -tras crear el mundo- para que lo trabajara. Y desde ahí podemos seguir considerando aspectos de gran brillo y valor. Porque el trabajo es el medio previsto para el logro del propio sustento. 

Nuestro trabajo ayuda a madurar nuestra identidad personal, desarrolla las aptitudes y virtudes que van enriqueciendo nuestras vidas. Y cuando miramos desde la perspectiva del médico, nos encontramos con la clara compensación de la grandeza intrínseca del oficio, con el enriquecimiento en dignidad y con el beneficio moral que este ejercicio aporta a quienes lo llevan a cabo. 

Se buscan médicos de familia para Andalucía. Y ¡parece que hay que traspasar nuestras fronteras hasta encontrarlos! Así se ha venido pregonando en los medios de comunicación durante los meses pasados. Es de todos conocido que la sobrecarga asistencial debida a la pandemia del Covid 19 ha agotado o lesionado a muchos profesionales. Y ciertamente el médico -y especialmente el de Atención Primaria- ha soportado el mayor peso asistencial pandémico. Pero también hemos de recordar la drástica reducción de admisiones en las Facultades de Medicina iniciada hace ya varias décadas. Y, según parece, aún no se ha comenzado a rectificar el presunto error de no haber ampliado el número de nuevos estudiantes de Medicina de nuestras universidades. 

Al hilo de nuestro tema nos surge aquí una importante condición a tener en cuenta, valorar más certeramente la presunta vocación médica de los candidatos a ser médicos. Lógicamente se trataría de reconocer las disposiciones y características relacionadas con el humanismo y la cercanía para con la persona enferma o doliente, tal como se ha venido entendiendo clásicamente. Estas premisas requerirían, sin duda, la valoración de criterios disposicionales y vocacionales de los candidatos y no exclusivamente las de índole curricular académica como ahora sucede. 

Si cualquier tarea profesional enriquece a la sociedad con su aportación, en nuestro caso resulta aún más obvio el gran valor de la Medicina con su especial aporte de humanidad. Es la Medicina Centrada en la Persona. Se trata pues de un quehacer que propicia y exige el uso creciente de las virtudes de servicio: caridad, magnanimidad, cercanía, afecto… De seguro que todos reavivamos esta experiencia propia al ser personalmente asistidos por nuestras enfermedades y dolencias. 

En ‘Vocación, ética y otros ensayos’ el doctor Gregorio Marañón (1887-1960) seleccionaba como preferentes en la profundidad vocacional al médico, al maestro y al sacerdote. Y tras bastantes decenarios de continuado y denso ejercicio profesional no dejamos de encontrar argumentos que corroboren las ideas de este maestro del saber médico universal. Y así destacamos que la verdad, la bondad, la belleza, el amor y la libertad deben contar de modo floreciente en el trabajo de cada día para el buen galeno de todos los tiempos y quizá más en nuestros días. 

Manuel Álvarez Romero es presidente de la sociedad andaluza de medicina psicosomática 

enlace a articulo en la web: andaluciamedica.es

El sentido del vivir

  «…cabe afirmar que el hombre tiene una fe o una superstición.

Y que cuanto menos se habla del espíritu, tanto más se habla de espíritus.»

El hombre dolienteFundamentos antropológicos de la psicoterapia.” (1987)

Víctor FRANKL

Terminamos un año y ya comenzó otro similar, que de seguro aportará sorpresas más o menos gratas. En él contaremos con anhelos deseados, encuentros poco queridos, avances en cualquier orden del vivir y ráfagas de pesimismo siguiendo a sorpresas temidas o indeseadas.

Recordemos en este nuevo 2024 la importancia y esperanza de saber encontrar el sentido de lo que nos suceda y descubrir lo vivido con sentido. Para este tema es imprescindible recordar a Frankl y su Logoterapia. La frase del inicio advierte de un grave riesgo. Ciertamente ¡Dios sabe más!, pero si para nosotros no existe buscaremos dioses sustitutos en las tradiciones, las ideologías, la propia ciencia, las supersticiones… Todos necesitamos un faro que ilumine el camino y nos haga sentir seguros. Por eso advierte que puede decírsele a una persona que la vida tiene sentido, pero es ella quien debe descubrir cuál es.  Ojalá tengamos cada uno de nosotros el regalo de pensar y reflexionar sobre el sentido del vivir, algo que no es baladí y entraña gran importancia por las consecuencias personales y para nuestro entorno inmediato.

La cuestión del sentido es, sin duda, pilar fundamental en el cuidado de la propia salud mental, Su equilibrio y sostenibilidad giran en gran medida sobre ella. En otra publicación titulada: “Asumir lo efímero de la existencia” el eminente psiquiatra vienés, profundiza y aclara muy justamente acerca del necesario sentido de nuestro vivir concreto y cotidiano. Y hemos de preguntarnos ¿lo consideramos así con frecuencia? Reflexionemos pues, en este escenario u horizonte. Afirma Frankl que conforme pasan los años más conviene y cuesta más concretar cómo apreciamos y asumimos el sentido de lo que nos acontece, y lo ilustra con experiencias propias de su amplio acervo profesional y clínico.

¡Cuánto se ha dañado la salud mental de nuestros contemporáneos en esta década! ¡Cuánta herida suscitó el desconcertante y doliente peso de la reciente pandemia COVID-19! Muchas han sido las afecciones secundarias a complicaciones patológicas de esta infección e incluso del mismo confinamiento consecuente a las medidas de prevención dictadas por una prudencia más o menos oportuna y más o menos bien aplicada. Y es que aumentó la incidencia de procesos depresivos y ansiosos, de descompensaciones de enfermedades metabólicas o neurológicas por la inadaptación a la soledad forzada y no querida. por el temor derivado del exceso de noticias médicas o por la reiteración de amenazas no explicadas. Esto dio lugar al incremento muy considerable de la patología que aún sigue golpeando y descompensando la buena práctica de los profesionales de la Medicina y fundamentalmente de la Atención Primaria. Por eso es necesario alertar para que afinemos nuestra sensibilidad y actuemos con realismo reduciendo al máximo los efectos secundarios tanto de las enfermedades como de la aplicación de las medidas preventivas o terapéuticas que en cada caso se necesite dictar.

Un momento luminoso que Frankl destaca es el que describe cómo el ser humano llegó al punto de poder decirle “sí” a la vida, a pesar del carácter efímero de ésta, y cómo logra darle una respuesta afirmativa a pesar de su propia condición mortal. Por ello recomienda que, ante la muerte, la vida ha de ser dejada atrás sabiendo que la vida es un continuo morir, un continuo morirse de algo -o de alguien- al que nos hemos encariñado. Así, acabaremos con realismo afirmando que la vida es un continuo decir adiós. La muerte resulta ser el punto final del adiós constante y tantas veces sufriente, mientras transcurre ese proceso continuo que, de algún modo, consiste en ir muriéndose. Y tiene su gracia que, sobre la trascendencia de la vida humana, aconseja con oportunidad e ironía un “vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho tan mal como estás a punto de hacerlo ahora”.

Lo propio del hombre es buscar un sentido, algo que le dé fuerzas y le encauce hacia “la felicidad posible”. Además, este sentido refuerza la capacidad de sufrimiento tal como dijo a su antiguo asistente Harvey Cushing, “el mayor cirujano de todos los tiempos”, siendo ya un anciano: “La única manera de soportar la vida es tener siempre una tarea que cumplir”.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

enlace al articulo en la web comsevilla.es

Una persona tóxica te puede llevar a la UCI

Después de escuchar y transcribir la grabación de más de una hora de charla con Manuel Álvarez (Luque, Córdoba, 1941), doctor especializado en medicina psicosomática, caemos en la cuenta de que el entrevistado no ha usado ni un sólo término que hayamos tenido que consultar en enciclopedia alguna. Algo raro en una época en la que cualquier conversación acaba enmarañada en una selva de términos incomprensibles. Manuel Álvarez, bético y miembro del Opus Dei, habla con sencillez y sabiduría, siempre con una sonrisa en la boca y comprendiendo las limitaciones del entrevistador. Su estirpe es la de los viejos médicos humanistas, más pendiente del trato directo con los pacientes que de las pantallas de los ordenadores. Sin embargo, el currículum de este médico internista es largo y denso tras décadas de ejercicio. Promotor, miembro fundador y primer presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática es autor de libros como ‘¿Quieres ser feliz? Claves para mejorar la Autoestima’ o ‘El efecto Gioconda. Cómo soy, cómo me veo, cómo me ven. Aprendiendo en el espejo de la mirada ajena’. Es también académico correspondiente electo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz.

–Acaba de cumplir los 80 y está estupendo, enhorabuena.

–Lo he celebrado. Esta edad da una buena perspectiva de la vida, de la historia, de los amigos, de la familia, de los que se fueron y han llegado. Es estupenda.

–¿Médico por vocación o porque hay que comer de algo?

–Es mixto. Al principio me daba un poco de miedo, como los toros. Pero tenía familiares en la profesión y mi madre decía que quería tener un médico a su vera toda la vida… Además, el servicio a los demás siempre ha sido un leitmotiv para mí, algo que heredé de mi padre.

–Ahora, todos los jóvenes quieren estudiar Medicina. Quizás demasiada novelería. Algo normal, por otra parte.

–Para entrar en la Facultad yo haría un examen de vocacional. Hay que hacer una medicina de servicio. Un buen médico es como un buen taxista, hace su servicio y después debe cobrar por ello sin ningún complejo.

–¿Y cómo sería ese examen vocacional?

–Principalmente una conversación con el estudiante. Es ahí cuando uno se da cuenta si el examinado tiene amor por la profesión o no, porque el amor siempre encuentra recursos para mostrarse. Aparte hay pruebas psicológicas para detectar estas cosas.

CUANDO COMENCÉ A EJERCER COMPRENDÍ QUE LOS PACIENTES NO TIENEN ENFERMEDADES, SINO DOLENCIAS

–¿Estudió en Sevilla?

–Sí señor, en la Macarena, siete años. Terminé en el 65. Como alumno interno me llevé tres años haciendo guardias de tres de la tarde a nueve de la mañana. Ahí aprendimos mucho y con entusiasmo, teníamos una gran responsabilidad, se nos quitaron todos los miedos.

–Desde entonces ha llovido mucho. La medicina ha cambiado. ¿Los médicos de ahora son mejores?

–Saben más de ciencia y de técnica, pero se ha dejado de ejercitar la medicina centrada en la persona. Para mí fue positivamente traumático encontrarme con que los pacientes me contaban historias que yo no podía parangonar con un texto de medicina. Fue entonces cuando comprendí que los pacientes no presentan enfermedades, sino dolencias. Es decir, la enfermedad vivida. Esa es la que hay que localizar y la que no se aprende en los libros, sino rozándose con los pacientes, algo que la medicina actual debería mejorar.

–Tratándose de usted, la pregunta inevitable es hasta qué punto lo psicológico afecta a la salud.

–El dolor, el vómito el mareo, la tristeza, el cansancio, o la falta de apetito son expresiones de trastornos metabólicos que tienen su fundamento en vivencias, en emociones. Vivimos cargados de emociones que repercuten en el cuerpo, sobre todo cuando se convierten en sentimientos y empiezan a influir en las hormonas. Todos los síntomas de una enfermedad o un malestar son expresiones de la biografía de la persona.

–Uno de sus libros se llama ‘¿Quieres ser feliz? Claves para conseguir la felicidad verdadera’ (Almuzara). Es mucho lo que se promete. Me imagino que el título se lo pondría Pimentel. ¿Qué es eso de la felicidad verdadera?

–Aquella que no nace del engaño y que tiene fundamento. Enrique Rojas decía que la felicidad es un puzzle en el que siempre falta una pieza. Eso me convence mucho, porque la felicidad humana no da para más. No es algo que se fabrica en este barrio. Es como si estuviésemos hechos para otra vida.

–¿La felicidad en este mundo es una quimera?

–Es un estado por el que se lucha, que se puede alcanza parcialmente, pero nunca de un modo completo en esta vida. Podríamos decir que es una mezcla de los deseos y los logros. Siempre será más feliz aquel que tenga unos requerimientos más razonables.

–Dígame una fórmula que nos acerque a la felicidad.

TODOS LOS SÍNTOMAS DE UNA ENFERMEDAD SON EXPRESIONES DE LA BIOGRAFÍA DE UNA PERSONA

–Le responderé con una frase del libro: “Toma conciencia de tu ser, de tus posibilidades y proyectos, de tus recursos vitales y aprende a manejar los planos del vivir, para poder adaptarte a las necesidades de cada etapa vital, a cada entorno familiar o profesional y a las necesidades que cada una de esas situaciones te plantea”.

–Usted que ha atendido a miles de pacientes, ¿qué ha visto más, felicidad o lo contrario?

–He visto sobre todo afán de vivir, de supervivencia. La gente no quiere morirse, no quiere pararse, sino continuar. Existe siempre un anhelo de algo más. El hombre está a la espera permanente de un segundo plato, aunque luego sean alcachofas fritas. Siempre tiene esperanza. Si no la tiene está muerto.

–Hoy en día existe un discurso que quizás le da una excesiva importancia a la actitud del enfermo hacia la enfermedad. Eso podría hacer mucho daño, sobre todo a pacientes con dolencias incurables, ¿no?

–Para vivir hay que querer vivir. La actitud optimista y esperanzada es muy importante. Ahora bien, hay enfermedades con las que poco se puede hacer…

–¿Nos miramos demasiado el ombligo? ¿Nuestros abuelos eran más duros?

–Sí, incluso se pasaban. No hay más que mirar los suplementos de salud que hay en todos los medios de comunicación, los libros sobre la materia que se editan, los programas… Y no podemos olvidar otros aspecto como la psicologización y la psiquiatrización, que son dos enfermedades sociales.

–¿Por qué?

–Porque se enfoca como anormal o patológico lo que es el propio vivir. Cualquiera que tiene mal cuerpo, un tic o una deficiencia pequeña enseguida va al médico o al psicólogo y eso genera hipocondría, excesiva preocupación, somatizaciones, alteraciones orgánicas en el cuerpo provocadas directamente por las emociones. Por eso interesa tener buena cultura médica y buenos consultores.

–La hipocondría es todo un problema para el que la padece.

–La hipocondría es algo que se aprende, educacional más que constitutivo. La heredamos de nuestro padre o abuelo. Tiene unos moldes de aprendizaje.

–¿Y cómo se desmonta?

–Es curioso, hay veces que se desmonta en años y otras en una sola sesión. He tenido recientemente un caso extremo en el que una persona estaba convencida de que tenía un cáncer, incluso llevaba seis meses dado de baja y en un sinvivir. Sin embargo, en un rato de conversación, dándole confianza, con sugestión, se curó. Pero lo normal es que ese problema tenga correa.

YO ME HE PROPUESTO VIVIR LA VIDA COMO UN PASEO Y LO ESTOY CONSIGUIENDO

–¿La crispación política produce enfermedades?

–Claro. Lo que nos hacen sufrir los políticos afecta a la salud. La confianza defraudada genera mala calidad de vida.

–Es decir, que cuando un político promete que va a crear 800.000 puestos de trabajo y luego no cumple es como si esparciese un virus en la sociedad, ¿no?

–Pues sí. Por eso es importante vacunarse contra esos virus, mantener la distancia…

–Por cierto, ¿qué es el ‘efecto Gioconda’ con el que titula otro de sus libros? Tiene usted talento para nombrar sus obras.

–Ese título fue idea de David González Romero, cuando trabajaba en Almuzara. Estaba comiendo con él y y Pimentel en el bar Sancho Panza, en Los Remedios. Comenté que quería escribir un libro sobre cómo aprender del otro, porque se aprende mucho del trato con la gente. Entonces David dijo: “eso es el efecto Gioconda”. Me pareció muy bonito y me puse a escribir sobre el tema. El subtítulo del libro reza: “aprendiendo en el espejo de la mirada del otro”

–¿Y qué es lo que te dice la Gioconda?

–Aquello que tú quieres oír, pero no te atreves a decírtelo. Es importante buscar la unidad en cómo me veo yo y cómo percibo que me ve la gente. Meterte dentro de ti para saber relacionarte con realismo.

–Los otros nos enseñan muchas cosas, pero también nos hieren. ¿Cómo evitar eso?

–Lo primero es saber localizar a las personas que son tóxicas para nosotros. Lo segundo, usar la prudencia para no darles las dagas que nos pueden clavar en la espalda. Lo tercero, no frecuentar mucho su trato. Estar dispuestos a ayudarles, pero siempre que no nos perjudiquen. Hay que detectar dónde está el veneno y procurar no tomarlo. Una persona tóxica puede disparar tu ansiedad y llevarte a la UCI.

LA ÚNICA MANERA DE ENFRENTARSE A LA MUERTE ES CON LA PLENA ACEPTACIÓN DE LA MISMA

–Vivimos en la sociedad de la ansiedad y el estrés.

–Yo me he propuesto vivir la vida como un paseo, y lo estoy consiguiendo. No podemos poner a prueba a nuestro organismo continuamente. Hay que saber discernir si el coste de una determinada actividad para nosotros es razonable o no. A nadie se le ocurre comprar una barra de pan por cincuenta euros, a no ser que sea imprescindible para sobrevivir. La peor prisa es la que nos imponemos nosotros mismos.

–¿Los españoles seguimos sin saber decir no?

–A mí, desde luego, me cuesta. Es un cuestión educacional. Es muy importante lo que llaman la asertividad.

–Es decir, como indica una definición, “la habilidad que permite a las personas expresar de la manera adecuada, sin hostilidad ni agresividad, sus emociones frente a otra persona”.

–Ahora mismo tengo en marcha el programa de las cuatro A, que se debe aplicar cuando una persona tiene un conflicto. Son: aceptación (da paz y corta la hemorragia), asimilación (pensar la solución), acción y, por último, aprender. Con eso se logra convertir esa carrera que, a veces, es la vida en un paseo disfrutón.

–Perdón por esta pregunta a bocajarro, ¿cómo nos enfrentamos a la muerte? ¿Cómo evitamos el pánico que nos produce?

–Ah, amigo, la muerte nos amarga a todos un poco la vida, ¿verdad? La única manera de enfrentarse a ella es con la plena aceptación de la misma, como cuando aceptamos que tenemos dos manos en vez de tres. Una paciente que tenía una angustia tremenda con ese tema llegó un día y me dijo que lo había resuelto con “los tres sentidos”: el sentido común, el sentido sobrenatural y el sentido del humor. A mí me da resultado.

–De los tres me quedo con el del humor. Al fin y al cabo es lo que nos salva.

–El humor disuelve los malos tragos. La espiritualidad, independientemente de la religión que sea, también ayuda a digerir mucho las cosas.

–La soledad es otro de los grandes problemas de nuestra sociedad.

–Hay una canción de Vinicius de Moraes que dice que “la vida es el arte del encuentro”. Con el primero que hay que tener arte para encontrarse es con uno mismo. Después, con los demás. El primero de todos, Dios.

–Pero eso, como ya le dijeron una vez, eso es solo para los creyentes.

–No, es para todo el mundo. Lo que pasa que los creyentes son los que lo aprovechan.

–No me gustaría acabar sin preguntarle por la depresión, tan omnipresente hoy en día.

–Es la enfermedad mental más frecuente y que causa más bajas laborales. López Ibor dijo que en unos diez años sería la principal causa de incapacidad de los humanos. Eso sí, su tratamiento ha mejorado muchísimo con la farmacología. Llevo cincuenta años tratando la depresión y puedo asegurar que las más persistentes están bajando, otra cosa es que necesiten tratamiento de continuo. Todas las depresiones tienen un componente orgánico y otro psicológico. Siempre hay factores de personalidad, educación, actitud y, al mismo tiempo, alguna avería química constatable.

enlace al Diario de Sevilla

Terapia Narrativa. «La biología del mar»

Siempre me ha fascinado el mar. Su melodía, su olor, su infinito baile, su manera de extender sus largos brazos de piel azul hacen que cada vez que piense en el océano se apodere de mí una inmensa y profunda nostalgia. Mi padre es biólogo así que si alguna vez tuve cuestiones acerca de la naturaleza, siempre supo responderlas con gran seguridad. Me considero afortunada por tener un padre que supiera tanto de como funcionan las criaturas de este mundo. O al menos sus cuerpos. Me da mucha pena comer pescado. Por eso nunca he probado el marisco. No sé si me gusta o no su sabor, pero me dan ganas de llorar cuando veo a alguien comer gambas. Creo que es porque los miro a los ojos. Y en el vacío que los envuelve soy capaz de visualizar sus vidas. Y de sentir algo parecido a lo que ellos sintieron cuando los pescaron. Admiro a las criaturas del mar, tanto a las que se pueden mover como a las que no. Hagan lo que hagan, lo mantienen todo en equilibrio, no se destruyen si no es por necesidad. No buscan pisotearse entre ellos, sino crear una bella armonía. Y me preocupa el medio ambiente. Mucho, tal vez demasiado. Me siento culpable por ver cómo destruyen sus hogares, como los matan y los exponen como trofeos, como los envenenan con plástico. Aunque es de esperar de una sociedad en la que un animal vale más muerto que vivo. La biología del mar es simple, y eso mismo puede hacerla frágil a menudo. Tal vez por eso viven en el agua, que les ayuda a fluir. Y ellos aprovechan valientemente lo que el agua les da. La respiran, no como muchos que tienen miedo a ahogarse si se sumergen en ella. Así que, sí, aquí están algunas de las razones por las que me gusta la biología del mar. Y podría seguir, pero creo que ya he ocupado medio folio.

L.J. M.

La vis curativa naturae en el S. XXI

Artículo publicado en la revista Andalucía Médica. Octubre 2020

Un conocido y prestigioso colega, afirmaba hace unas semanas, su experiencia personal acerca de la ayuda que recibe un paciente cuando el médico le trata con cercanía.  Ciertamente que también resulta aplicable al cuidador de la salud desde otras perspectivas.

            Añadía el experimentado compañero como en estos tiempos de coronavirus, esta terapia añadida quedaba resaltada, quizá por el componente patógeno emocional agrandado en estas ocasiones.

            Este discurso arrancaba en su origen desde las propuestas del propio Hipócrates (Cos, c. 460 a. C.Tesalia c. 370 a. C.) en cuya escuela médica se percibía y comprobaba el valor de la palabra, la escucha, la cercanía y el afecto del médico para con el paciente.  Y es que se producía, en tales casos, como un despertar de una fuerza y un “medio curativo” especiales en tales tratamientos y en muchos de los pacientes.

            En nuestra, ya amplia, experiencia profesional hemos recogido de continuo, la vivencia del despertar de esa energía sanadora que se agrega a la que, sin duda, aportan los medios habituales aplicados desde la higiene, la dietética, la farmacología, la cirugía, etc.

            El maestro Laín Entralgo en sus obras El médico y el enfermo (1969), La historia clínica (—-), la curación por la palabra en la Antigüedad clásica (1958) y en su primera incursión histórica específica Introducción histórica al estudio de la patología psicosomática (1950) deja bien fundado lo que venimos expresando en estas líneas.

            El maestro Laín Entralgo desarrolla, en su Historia universal de la medicina (1972-75) la evolución entre los médicos, de la vis curatrix naturae (fuerza curativa de la naturaleza).               

            Se trata de colocar las cosas en su lugar, de mantener un certero conocimiento de lo que una actitud esperanzada en el paciente, y generada o alentada por el verdadero profesional de la medicina, genera en favor de la salud global del enfermo, siempre abierto en su ser a la dinámica psicosomática que suma con el resto de componentes ya señados.

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos. Psiquiatra            Dr. Manuel Álvarez Romero. Medicina Interna

La soledad en la pandemia

Artículo publicado en ABC, Tribuna Abierta 15/10/2020.

EN nuestras consultas aparecen, cada vez con más frecuencia y nitidez, cuadros clínicos de cansancio, desazón, malestar, desubicación, incomodidad y disconfort, etc… Se presentan preferentemente en personas con edad media o madura. Y no parecen apuntar al diagnóstico de síndromes ansiosos, depresivos, de estrés o sobrecarga profesional, etc.., propiamente dichos.

Cada vez nos parece más claro el origen y la naturaleza de algunos de estos procesos. Y repetimos que son cada vez más frecuentes conforme avanza esta situación social que vivimos des de los primeros meses del actual año 2020, en que el Covid-19 nos visitó y continúa con nosotros, los humanos.

Las personas que consultan en estas situaciones nos e ven enfermas sino más bien incómodas. Refieren inseguridad, descontento, disgusto y los analgésicos/ansiolíticos que han usado les propician solo un pequeño beneficio y durante un corto periodo de mejoría. También refieren un sentimiento de soledad, que no responde a ser físicamente real, pero que si expresa una cierta ausencia de comunicación.

Pensamos que la actual pandemia parece estar jugando con nosotros al desconcierto a la vez que se empeña en mostrarnos indefensos y convencernos de nuestra personal vulnerabilidad.

Por estas razones, hemos de acometer este nuevo y persistente sentimiento rompiendo la soledad que percibimos. Y para abordar esta situación hemos de en diálogo personal e íntimo hasta alcanzar una de serena y racional proactividad. Recordemos que la soledad tiene dos caras: una con el color de la felicidad, la otra con visos de sufrimiento. Cuando la soledad se utiliza para reflexionar, meditar, rezar o alimentar la propia vida interior, aparece la tendencia a la plenitud personal como característica propia de quienes viven felizmente, rodeados de afecto y simpatía, aunque su vida no haya sido nada fácil. Pero esas personas han sabido salir ilesos en el de la vida, conservando un espíritu optimista y positivo de cara al futuro.

Por el contrario, cuando reluce la cara negativa y sufridora, brota el dolor que tantas veces resulta inútil o estéril, perdemos la perspectiva y podemos sentirnos incapaces de restaurar el daño recibido e incluso rechazar las posibilidades de remedio que se nos brinden.

A fin de cuentas, aun contando con el peso objetivo que cada soledad conlleva, lo cierto es que la actitud personal que tengamos resulta ser el factor más importante. Una actitud que no es fruto del momento, sino que lleva consigo un prolongado y profundo desarrollo consecuente a un cuidadoso cultivo. Hemos de saber invertir en estas tareas al igual que se hace con un Solo así se prepara una vida feliz, aunque pueda haber transcurrido impregnada de serenas y repetidas soledades que aportan madurez y profundidad. La profundidad de cada persona es proporcional a su capacidad, a su experiencia en l a reflexión personal y a los necesarios.

Sólo esos silencios buscados se convertirán en diálogos con nosotros mismos y serán siempre una luz en el propio caminar personal a l a vez que abren a un diálogo más amplio que enmarca el más auténtico y real sentido de nuestro vivir.

Si damos un paso más, puede abrirse ante nosotros un nuevo horizonte, al descubrir nuestra natural trascendencia con todo su rico contenido vital. La consideración de nuestra condición sobrenatural y trascendente, enriquece y agranda aún más el vivir de la persona que somos. Cuando se avista un continente y a semejanza de Rodrigo de Triana, se grita ¡Tierra!, el brillo de lo que vemos y la belleza de lo que contemplamos estimula y motiva el propio vivir y el encuentro con quienes nos rodean. Suele haber demasiado ruido en nuestras vidas que impide oír los rumores o las voces verdaderas que pujan por salir del interior de todo ser humano señalando el buen camino. Bien lo apuntaba el maestro vienés, Víctor Frankl cuando escribía: Cuando la situación es buena, disfrútala. Cuando es mala transfórmala. Cuando la situación no puede ser transformada, transfórmate tú. Así, siempre podrá acudir en nuestra ayuda esa que nos visita junto con la elegida, querida y libre. Así se alcanza a hacer generoso y gozoso nuestro vivir.

Manuel Álvarez Romero. Médico.

Presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática

Saber perdonar y pedir perdón

Salud Mental y Humanismo Médico. Publicado en el boletín digital del Colegio de Médicos de Sevilla el 15 de octubre de 2020

«El perdón es un milagro que nos permite seguir viviendo» Hannah Arendt (1906-1975)  

Quizá nunca te hayas parado a pensar en el perdón, algo tan grandioso y que con frecuencia pasa desapercibido, tanto el que otorgamos como el que se nos concede. Bien supo de esto la filósofa judía cuya frase encabeza el artículo y que hubo de sufrir “la banalidad del mal” tras la Segunda Guerra Mundial. Por eso os animamos, ahora, a contemplar el perdón y a recrearnos en él, en tiempos que invitan a elevar el umbral de la propia sensibilidad hacia la trascendencia de nuestra vida.

¿Te gusta perdonar? ¿Has paladeado el buen sabor del perdón otorgado con caridad y humildad?  Con ese ejercicio nos ahorraremos el sufrimiento que se deriva de los pequeños o grandes rencores que anidan en el alma de quien no perdona. Estos acaban sufriendo heridas en el corazón, agudas o crónicas, que sólo sanan con el bálsamo del perdón recibido. La Dra. Karen Swartz, directora de la Clínica para los Trastornos del Ánimo del Johns Hopkins Hospital Medicine, de Baltimore, Maryland, EE.UU, señala como el enfado crónico a través del modo Lucha-Huida, genera alteraciones cardiacas, de la tensión arterial y de la respuesta inmune, aumentando el riesgo de Depresión, Cardiopatía, Diabetes y bajando el umbral del Dolor. Y, al contrario, en un estudio prospectivo encuentra una correlación positiva entre el perdón y la salud a lo largo de los años.

Otro ilustre autor, Tyler J. VanderWeele, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard, Cambridge, Mass., EE.UU., aclara que el perdón no es algo abstracto sino que consiste en reemplazar la mala voluntad hacia el malhechor, deseándole lo mejor. Y como sabe que no es algo fácil de alcanzar proporciona distintos modelos. El modelo de Enright consta de hasta veinte pasos en cuatro fases: Reconocer sentimientos negativos por la ofensa; Decidir perdonar en concreto; Comprender al infractor; y Empatizar con sentimientos positivos hacia éste. Y es que el perdón bien paladeado sabe divinamente y es difícil discernir cuál de los dos actos engrandece más: perdonar o pedir perdón. Finalmente pensamos que el segundo, porque requiere una mayor dosis de humildad.

Solicitar el perdón es lo propio cuando descubrimos nuestros errores personales, ¿y quién padece tan nefasta miopía como para no ver y reconocer, como cosa ordinaria, los propios yerros?  Solo los ríos no saben rectificar, no pueden pedir perdón. ¿Y nosotros?  Podemos y debemos pedirlo. 

Se dice que: “Dios perdona siempre, las personas algunas veces, y que la naturaleza no suele hacerlo”. Es algo que parece cierto, más si reparamos nuestra propia experiencia.  ¿Hay algo tan asequible y a la par tan difícil como perdonarse a sí mismo?  Cuesta ¿verdad?  Pues el texto del libro Respuestas no promesas de Rita Antoinette Francis Rizzo, más conocida como la madre Ángélica, lo intenta:

“…decidí dar un paseo junto al mar. Me encanta el océano… / me detuve como de costumbre a unos diez metros de la orilla y llamé a las olas para que se me acercaran… / Me sorprendió comprobar que una ola me había oído. De pronto vi que estaba a punto de ser zambullida por una de las olas más gigantescas que he visto en mi vida. Quedé atónita, sin poder moverme./ – ¡Corra, corra! -chillaba todo el mundo en la playa. Pero con mi pierna ortopédica anclada firmemente en la arena no podía dar un paso./ De pronto la ola se estrelló a mis pies, empapando mis zapatos e incluso el dobladillo de mi hábito. Al levantar la mirada, vi que una gota diminuta se había depositado sobre mi mano. Era realmente hermosa. Brillaba como un diamante a la luz del sol.  / La belleza de aquella minúscula gota me afectó tan profundamente que me sentí indigna de ella y ante mi propia sorpresa la devolví al océano. / Entonces mi extraña paz se vio interrumpida por la voz del Señor, que me decía: / -Angélica. – Sí, Señor _ respondí. – ¿Has visto esta gota? – Sí, Señor. / – Esa gota es como tus pecados, tus debilidades, tus flaquezas y tus imperfecciones. Y el océano es como mi Misericordia. Si buscaras esa gota, ¿podrías hallarla? / – No, Señor. – En tal caso, ¿por qué sigues buscándola? _me dijo entonces en un susurro.  / Si puedes entregarle a Dios tu culpa, como le entregas tus pecados, estarás curado. / Dios perdona y olvida. / Arroja tu culpa al océano de su misericordia”.

Así, con este conocimiento y reflexión, sólo queda añadir: Perdónate, goza del perdón recibido y enseña a perdonar.  Tu vida será un camino alegre y rico en esperanzas, a la vez que un precioso regalo para quienes te tratan.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista.

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra.

SERENIDAD SALUDABLE

31 mar. 2020

ABC (Sevilla)

MANUEL ÁLVAREZ ROMERO

Es preciso disponer de reacciones, recursos y hábitos mantenedores de esa valiosa armonía, a la vez que de correctores para los desfases que lo amenacen

MI amigo Jaime acaba de comunicarme que va hacia urgencias con fundada sospecha de afectación virásica por coronavirus. Estos tiempos de pandemia nos han ido concienciando paulatinamente de la notable vulnerabilidad de nuestra salud. Aunque afectando moderadamente a la población general, en ciertos colectivos la frecuencia resulta muy alarmante y va creando un fondo de escenario lleno de incertidumbre respecto a enfermar con el consiguiente y grave riesgo que esto conlleva. Toda situación de crisis genera miedos y temores que incrementan el estrés personal y generan, con su cascada metabólica alertizante, a base de cortisol, adrenalina, BDNF, etcétera, la reducción de la defensa inmunitaria personal, así como el aumento de la vulnerabilidad para las infecciones, un mayor riesgo cardiorespiratorio y desequilibrio funcional del organismo humano. Por esas y otras razones la serenidad es valiosa fuente de salud y camino hacia la sensatez.

Afirmaron los clásicos griegos que el obrar sigue al ser. Y la conducta sensata sigue al pensamiento sereno. Recordemos ahora a Lucio Anneo Séneca (Córdova, 4 a. C.- Roma, 65 d. C.), con sus reflexiones sobre la felicidad o la sabiduría y más en concreto «De la tranquilitate animi» (53 d.C.), séptimo de sus diálogos.

Casi 20 siglos después, Yerkes y Dodson (1908) formularon la ley que lleva su nombre, y también llamada modelo de la U invertida o de la curva de la serenidad, en la que analizan la relación existente entre la ansiedad y el rendimiento y entre la serenidad frente a la sensatez o la libertad, cuando decidimos y actuamos. Todo un amplio horizonte clarificador de nuestras conductas. Multitud de veces he podido explicar y clarificar, con acierto, a los pacientes ansiosos o en crisis de pánico, la necesidad de intervenir, con las oportunas medidas, en busca de la paz personal y de la sensatez o el equilibrio personal.

Preguntémonos ¿qué hacer cuando un agente estresor, interno o externo, nos sorprenda y desequilibre? ¿Cómo reaccionar cuando un pensamiento rompa nuestra defensa racional y nos induzca hacia una situación de pánico? Ciertamente resulta muy vulnerable nuestro equilibrio mental y personal en el transcurso de nuestro acontecer biográfico. Por consiguiente, es preciso disponer de reacciones, recursos y hábitos mantenedores de esa valiosa armonía, a la vez que de correctores para los desfases que lo amenacen.

Volvamos a la pandemia del coronavirus, que nos envuelve plenamente, en el entorno de este mes de marzo del 2020 y que, sin duda, está generando una notable capacidad adaptativa para el hombre actual, a la vez que despertando una alta cuota de solidaridad para con nuestros semejantes. Estamos poniendo a prueba y con buen resultado la propia resiliencia, esa capacidad de descubrir, acrecentar y disponer de capacidades que desconocíamos en nuestro haber y que, a partir de ahora, podremos capitalizar e invertir en beneficio propio o ajeno. Qué bien refleja todo esto la leyenda que acompaña al artístico reloj de sol de una conocida calle romana: «horas nonnumero nisi serenas» («Sólo cuentan las horas vividas con serenidad»).

Muchos son los textos, audios y vídeos que estamos recibiendo sugiriendo recursos antiestrés, para esta tormenta social que atravesamos. Repasemos algunos:

—Estar ocupados mejor que preocupados y dirigir nuestra atención, imaginación hacia algo externo (pensamiento, sonido, imagen, etc.) evitando así que nos arrastre esa idea obsesiva capaz de anclarse en nuestra mente. Dicho de otro modo: buscar la atención dirigida y sostenida.

—Procurar que el estado de alerta propio del momento no acreciente nuestras sensibilidades, que suelen generar conductas compulsivas o agresivas, propias de la hipersensibilidad y el descontrol personal involuntario.

—Aprender a no dejarse llevar por el pretendido diálogo con nuestra propia mente, dando vueltas una y otra vez a lo mismo, sino tratando de tomar la iniciativa y el gobierno de nuestro pensamiento. Razonar y reflexionar hacen crecer la serenidad.

—Son ya clásicos los ejercicios de relajación, con atención centrada en la respiración, siguiendo el método de Schultz o el de Jacobson, en la meditación trascendental, el entrenamiento autógeno de Luis de Rivera, etc.

—Practicar el emergente «mindfulness», atención o mente plenas, tan en boga hoy, que pretende liberar el propio pensar de apegos y juicios inoportunos.

—El cuidado de la calidad y horas de sueño, el descanso, la comunicación o apertura confiada de aquello que nos preocupa, la prudente información acerca de lo que nos rodea, así como el sentido trascendente y la visión esperanzada son recursos de alto valor en la búsqueda de la serenidad.

Aprovechemos pues, la actual realidad que vivimos, para adquirir el crecimiento personal que nos puede aportar ese tesoro del vivir, antesala de la felicidad, al que llamamos serenidad.

“REFLEXIONES CON LA BATA PUESTA”: UN MAGNÍFICO LIBRO

La obra “Reflexiones con la bata puesta. ¿Sabes cómo piensa tu médico?”, de la que son autores los doctores D. Manuel Álvarez Romero y D. Ignacio del Pino Montesinos, recoge en sus más de doscientas páginas una cuidada selección de una serie de artículos elaborados por los mismos y publicados desde octubre de 2015, con una periodicidad de diez días, en el Boletín del RICOMS, bajo el título genérico de “Salud Mental y Humanismo Médico”.

El contenido de este magnífico libro, basado en la indiscutible solidez de los conocimientos profesionales y humanísticos así como la reconocida experiencia de sus autores, se expone a través de once capítulos, de variada temática, cada uno de ellos conteniendo siete artículos, iniciados con algún refrán o una frase magistral de algún personaje de reconocida valía universal, que se relacionan en cierta forma con el tema expresado en su título, finalizando con un breve epílogo.

El mencionado articulado contempla una materia de claro matiz Psicosomático y Humanista, y de esos artículos, con ánimo puramente indicativo, se pueden señalar algunos que, en todo caso, servirán  para dar una idea de la amplia y variada temática que abarcan, como el enfermar humano, o recetas para el sufrimiento personal, las cinco “R” (razonar, reconocer, respetar, restituir y retomar) que pueden ayudarnos a superar los fallos que irremediablemente cometeremos, o algunos aspectos de la relación médico-paciente (curar, aliviar, consolar y escuchar a la persona enferma), familia y salud mental, la problemática de las exigencias sociales, algunas reflexiones sobre Psicosomática y Humanismo, la actividad creadora, el sentido común y la coherencia personal, el equilibrio entre los avances tecnológicos y la humanización de la medicina en el siglo XXI, la cobardía, el significado de la atención íntegra al paciente, y finalizando la obra, en el capítulo sobre la trascendencia, la felicidad en las crisis o una ayuda frente al duelo y la muerte, entre otros temas.

 Como los propios autores señalan, sin apartarse del carácter científico de la obra han procurado en ella una forma de expresión llena de claridad, en aras al interés divulgativo que se persigue con la misma. Entrelazando, de forma curiosa y elaborada, situaciones de diversa índole de indudable interés y trasfondo médico, con personajes ficticios o reales, junto a reflexiones profundas, consejos útiles, sensatas deducciones y comprensión de situaciones. Aportando posibles soluciones, con frases precisas, que aparecen llenas de certeza y rigor, o con palabras de consuelo y de esperanza, para enfocar la vida positivamente, tratando de superar la ansiedad, el sufrimiento y, en definitiva, las alteraciones anímicas que surgen, con su seria problemática, en el propio devenir existencial del ser humano. Y todo ello, enfocado de forma bien documentada, amena y original.

Sobre el sustrato de un profundo dominio de la materia que se trata, mezcla de Psicosomática y procurar humanizar el día a día, sin perder en Medicina la consideración del sujeto como centro de la actividad sanadora, son abordadas, por los Dres. Álvarez y del Pino, todas esas facetas expuestas, con exquisita capacidad de comunicación, intentando despertar el interés por los diferentes temas que se contemplan. Siempre con esa magnífica aportación orientadora y llena ilusionada esperanza que realizan. Y divulgando, al mismo tiempo, con profundidad de ideas y clara exposición, las problemáticas antropológicas de trasfondo en esa esfera tan esencial del ser humano que es la Psicosomática. En una continua tarea de procurar ayudar a aquellos que se encuentran con dificultades o soportan tensiones, en ocasiones de tremendo impacto emocional, en el devenir existencial cotidiano, y con una pedagógica exposición, para favorecer la difusión de los valiosos conocimientos y experiencia que han ido acumulando en años de fructífero ejercicio profesional.

Vaya mi más efusiva felicitación, por su valiosa y excelente aportación, a los autores de esta extraordinaria obra, que, según reconocen, con infinito y esperanzado ánimo terapéutico, aparte de su idea divulgativa, va dedicada preferentemente, “A los miles de pacientes…que me han conducido a tantas horas de bata blanca, reflexionando sobre ellos,… y en torno a la felicidad y trascendencia de nuestras vidas”, como señala el Dr. Álvarez Romero, o como apunta el Dr. del Pino: “A mis infatigables colegas…y de un modo muy especial, a todas las personas que han aceptado compartir su intimidad en el ámbito de la consulta profesional, con la esperanza de haberles podido servir de ayuda…”.

En definitiva, “Reflexiones con la bata puesta”, obra modélica y original sobre Psicosomática y Humanismo, no cabe la menor duda de que es un magnífico libro,  científico, documentado, interesante, ameno y divulgativo a un tiempo, que será de extraordinaria utilidad para orientar y llenar de ilusionada esperanza el devenir existencial cotidiano de sus lectores.  

Dr. Epifanio Lupión Cruz

Doctor en Medicina y en Derecho. Director General de Historia del Real e Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Sevilla.

La psiquiatría de las personas

«El desconocimiento del “enfermo mental” procede de una excesiva diferenciación de las personas y de los valores en una sociedad. Es muy posible que en una sociedad presente o futura en donde no hubiese bastante libertad y consideración hacia los valores espirituales propios a cada individuo, el “enfermo mental” sería, como ya lo fue, olvidado y oprimido.»

Henri EY (1900-1977)

     El título del presente artículo ha sido el tema que abría —y se mantendría en los tres días de trabajo— el XXII Congreso Nacional de Psiquiatría, celebrado en Bilbao del 26 al 28 de septiembre de 2019.

          Hemos podido constatarlo con toda claridad y se ha hecho presente con interesantes conferencias, mesas redondas, simposios, encuentros con el experto y pósteres desarrollados sobre la base de cinco líneas simultáneas que dieron gran dinamismo al amplio complejo palacio de Euskalduna.

          Desde todas las facetas de la teoría y la práctica psiquiátricas se ha desarrollado ese quien que es el paciente, así como las exigencias que su dignidad como persona exige a la hora de recibirle, observarle, escucharle, entenderle, instruirle y respaldarle en el intento de recuperar su quebrantada salud.

          Una pregunta caló el pensar de los participantes: ¿Está en crisis la psiquiatría? Abundaron los comentarios de pasillo y muy interesante resultó la Mesa integrada por los Profesores Jerónimo Saiz Ruiz, Marina Díaz Marsá y Guillermo Lahera Forteza que versó sobre este tema. Con claro resalte de los progresos vividos hubo que considerar, también, las divisiones y el estancamiento en resultados pese a la enorme investigación llevada a cabo. Pros y contras a la respuesta afirmativa para la crisis y claras líneas de avance a proseguir en los años venideros.

          Un dato de gran interés resulta ser el elevado número de jóvenes psiquiatras asistentes. Y quizá igualmente significativo podría ser la clara prevalencia de mujeres participantes, tanto en ponentes y en autores de pósteres como de asistentes en general.

          La Relación persona-medioambiente ocupó un buen espacio en exposiciones, trabajos e investigaciones. La Epigenética está en alza y el cuidado a tener en la valoración y manejo del entorno, hábitos y conductas parece necesario en ese cuidado de la salud mental y general de la persona, tal como señalábamos al principio.

          La Medicina Psicosomática estuvo presente en diversos foros: recursos psicosomáticos ante el dolor y el sufrimiento, correlaciones psico-neuroinmunológicas, programa Cibersam de Trastornos psicosomáticos en ansiedad y control de los impulsos. La Psiquiatría Psicosomática resultó relevante en las intervenciones de los Dres. Ignacio Gómez-Reino Rodríguez, Antonio Lobo Satué, Gracia Lasheras Pérez y Amanda Rodríguez Urrutia.

          En torno a la Infancia, biografía y enfermedad mental destacaremos la interesante exposición  de la Profª. Lourdes Fañanás Saura.

          La Perspectiva ética fue desarrollada con las ponencias de los Dres. Manuel Martín Carrasco (elegido Vicepresidente de la S.E.P.), Manuel Bousoño García y Manuel Sánchez Pérez en temas tan importantes como el secreto médico, la contención física de los pacientes o la consideración histórica del Homo Ethicus.

          Ya el psiquiatra Henri Ey, quien consideraba la patología mental como la patología de la libertad, adelantaba lúcidamente que la Persona es un:

        «…sujeto capaz de resolver los problemas de la existencia conforme a su propia concepción del Mundo. Y por problema no es preciso entender sólo los “intelectuales”, que exigen una solución operacional lógica según los valores de objetividad o de verdad, sino también los denominados morales o situacionales, los cuales exigen una solución afectiva en función de los valores intersubjetivos de la coexistencia con los otros.»

          En efecto, la Psiquiatría de las personas es un lema digno de ser mantenido para que en circunstancias actuales como la hipertecnificación, la hipervaloración farmacológica —que, paradójicamente, va en detrimento de su innegable utilidad— o la complejidad de clasificaciones nosológicas no nos desvíen del que debe ser, es y será esencial objetivo de nuestros quehaceres terapéuticos: la persona enferma.

. Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra