El sentido del vivir

  «…cabe afirmar que el hombre tiene una fe o una superstición.

Y que cuanto menos se habla del espíritu, tanto más se habla de espíritus.»

El hombre dolienteFundamentos antropológicos de la psicoterapia.” (1987)

Víctor FRANKL

Terminamos un año y ya comenzó otro similar, que de seguro aportará sorpresas más o menos gratas. En él contaremos con anhelos deseados, encuentros poco queridos, avances en cualquier orden del vivir y ráfagas de pesimismo siguiendo a sorpresas temidas o indeseadas.

Recordemos en este nuevo 2024 la importancia y esperanza de saber encontrar el sentido de lo que nos suceda y descubrir lo vivido con sentido. Para este tema es imprescindible recordar a Frankl y su Logoterapia. La frase del inicio advierte de un grave riesgo. Ciertamente ¡Dios sabe más!, pero si para nosotros no existe buscaremos dioses sustitutos en las tradiciones, las ideologías, la propia ciencia, las supersticiones… Todos necesitamos un faro que ilumine el camino y nos haga sentir seguros. Por eso advierte que puede decírsele a una persona que la vida tiene sentido, pero es ella quien debe descubrir cuál es.  Ojalá tengamos cada uno de nosotros el regalo de pensar y reflexionar sobre el sentido del vivir, algo que no es baladí y entraña gran importancia por las consecuencias personales y para nuestro entorno inmediato.

La cuestión del sentido es, sin duda, pilar fundamental en el cuidado de la propia salud mental, Su equilibrio y sostenibilidad giran en gran medida sobre ella. En otra publicación titulada: “Asumir lo efímero de la existencia” el eminente psiquiatra vienés, profundiza y aclara muy justamente acerca del necesario sentido de nuestro vivir concreto y cotidiano. Y hemos de preguntarnos ¿lo consideramos así con frecuencia? Reflexionemos pues, en este escenario u horizonte. Afirma Frankl que conforme pasan los años más conviene y cuesta más concretar cómo apreciamos y asumimos el sentido de lo que nos acontece, y lo ilustra con experiencias propias de su amplio acervo profesional y clínico.

¡Cuánto se ha dañado la salud mental de nuestros contemporáneos en esta década! ¡Cuánta herida suscitó el desconcertante y doliente peso de la reciente pandemia COVID-19! Muchas han sido las afecciones secundarias a complicaciones patológicas de esta infección e incluso del mismo confinamiento consecuente a las medidas de prevención dictadas por una prudencia más o menos oportuna y más o menos bien aplicada. Y es que aumentó la incidencia de procesos depresivos y ansiosos, de descompensaciones de enfermedades metabólicas o neurológicas por la inadaptación a la soledad forzada y no querida. por el temor derivado del exceso de noticias médicas o por la reiteración de amenazas no explicadas. Esto dio lugar al incremento muy considerable de la patología que aún sigue golpeando y descompensando la buena práctica de los profesionales de la Medicina y fundamentalmente de la Atención Primaria. Por eso es necesario alertar para que afinemos nuestra sensibilidad y actuemos con realismo reduciendo al máximo los efectos secundarios tanto de las enfermedades como de la aplicación de las medidas preventivas o terapéuticas que en cada caso se necesite dictar.

Un momento luminoso que Frankl destaca es el que describe cómo el ser humano llegó al punto de poder decirle “sí” a la vida, a pesar del carácter efímero de ésta, y cómo logra darle una respuesta afirmativa a pesar de su propia condición mortal. Por ello recomienda que, ante la muerte, la vida ha de ser dejada atrás sabiendo que la vida es un continuo morir, un continuo morirse de algo -o de alguien- al que nos hemos encariñado. Así, acabaremos con realismo afirmando que la vida es un continuo decir adiós. La muerte resulta ser el punto final del adiós constante y tantas veces sufriente, mientras transcurre ese proceso continuo que, de algún modo, consiste en ir muriéndose. Y tiene su gracia que, sobre la trascendencia de la vida humana, aconseja con oportunidad e ironía un “vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho tan mal como estás a punto de hacerlo ahora”.

Lo propio del hombre es buscar un sentido, algo que le dé fuerzas y le encauce hacia “la felicidad posible”. Además, este sentido refuerza la capacidad de sufrimiento tal como dijo a su antiguo asistente Harvey Cushing, “el mayor cirujano de todos los tiempos”, siendo ya un anciano: “La única manera de soportar la vida es tener siempre una tarea que cumplir”.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

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